Tras una vida marcada por los horarios, pautas y rutinas, llebada por la inercia de este mundo, por las obligaciones y por algunas cosas socialmente aceptadas y políticamente correctas, dije NO!
No quiero más horarios, no quiero más, pautas, límites y obligaciones más allá de las que yo misma acepte con gusto.
Siempre y cuando las circunstancias lo permitan e intentando fluir con todo, en mi clan el horario lo marcaba principalmente nuestro ritmo biológico de sueño-vigilia y hambre, y en los tiempos libres ibamos haciendo.
Arte, lettering y un poco de orden por favor.
Pero la vida no es de color de rosa, no siempre todo fluye y hay días y DÍAS. Y cuando se amontonan unos cuantos de esos DÍAS hay que poner el freno, hacer autocrítica y decidir.
Se amontonaron DÍAS de no hacer juegos, ejercicios, lectura, experimentos, manualidades o actividades de las que aprendemos juntos algo nuevo.
Se amontonaron DÍAS con algunos giros dramáticos para nuestras rutinas y costumbres.
Se amontonaron DÍAS de visitas y gente en nuestra morada que obviamente alteran nuestros ritmos.
Se amontonaron DÍAS raros, jodidos e inesperados.
Entonces, junté a mis 3 hijos de 6, 7 Y 12 años y tomamos una decisión: HACER UN HORARIO.
Un horario de esos que a muchos niños les ofrece orden, seguridad y tranquilidad. Un horario que les ayuda a no tener que estar recordando siempre "qué toca" o qué han olvidado hacer hoy. Y con esto, tan simple, han recuperado el sentido de la responsabilidad, del esfuerzo y de la planificación.
Aunque no es un horario estricto, cerrado y pautado hora a hora, es suficiente para darles una orientación en los quehaceres diarios y no hay discusión, es un pacto de compromiso y lo que pone en el horario parece que es sagrado!
Anteriormente hemos hecho horarios en diferentes etapas de nuestras vidas, pero parecía que habían quedado obsoletos y olvidados. Aunque no hemos incluido grandes cambios en comparación con otros horarios, parece que tocaba recordar que la morada se recoge, los dientes se cepillan, los animales los cuidamos todos y que un día da para jugar, leer, recoger, descansar, comer, etc... Y no se trata de no parar, se trata de formar equipo, de formar clan, de organizarnos y centrarnos.
Ya no me resisto a los horarios porque el estilo de vida, las rutinas y las obligaciones inevitablemente marcan un ritmo.
El hecho de plasmarlo en un papel bonito, decorado con dibujitos y además pensado entre todos, tiene efectos mágicos como ocurre con otros tantos papeles y documentos.
Aquello que dicen que la vida rutinaria es aburrida es mentira. De hecho borré esa idea de mi cabeza hace algun tiempo. Esperar una vida excitante y llena de aventuras y estímulos constantes es muy holliwoodiense y anulador.
En general no hay nada nuevo en nuestro horario pero he observado que cuando hay un desfase, un descontrol y desídia hay que recordar las cosas importantes.
Tambien he observado que el ser humano siempre tiene que recordar para no tropezar de nuevo, recordar para no olvidar, recordar para despertar, recordar para vivir... no me imagino que sería de mi si no pudiera recordar las palabras, donde guardo mis cosas o como se llama mi gente. Bueno, sí puedo imaginarlo. Terminaría en una residencia esperando el fin de mi existencia.
Pero... ¿y si no estamos recordando lo que realmente tenemos que recordar? ¿y si de tanto recordar nos hemos perdido entre tantos recuerdos?
Estoy convencida que RECordar es la clave y el secreto, RECordar quien somos, de donde venimos y para qué... y las respuestas seguro que están dentro de nosotros, en algun lugar donde nadie pueda robar, alterar o destruir ese RECuerdo de nuestro origen.
Así que mientras simplificamos nuestra existencia con horarios, notas y apuntes donde depositamos nuestras ideas, tareas y quehaceres, tenemos más espacio y tiempo para RECordar...
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